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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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29-12-2009

 

 

Julio A. Louis

Arreglar las veredas y Revolución

SURda

 

 

 

LaRca96

 

Nota. Un gazapo de tres párrafos finales se coló en el anterior artículo “¿Reforma o Revolución?”, con una serie de ideas sueltas sin desarrollar. Pedimos disculpas a los lectores.

 

Aporte sustancial del materialismo dialéctico (el llamado “marxismo”) es que su método de análisis es inductivo-deductivo, es decir, que constantemente va de lo particular a lo general y de lo general a lo particular. Y una de las incomprensiones más frecuentes –tanto del reformismo como del ultraizquierdismo- es prescindir de esa metodología. Razonar acerca del pensamiento de cualquier figura –por ejemplo de Lenin- fijando la mira sobre los acontecimientos rusos en exclusividad, sin analizar simultáneamente el contexto europeo e internacional, conduce a dislates seudo-teóricos. O congratularse porque Mújica, ex-guerrillero, perciba las ventajas de la “vía menos dolorosa' y se vuelva socialdemócrata en Uruguay, como si éste fuera un país-mundo aislado del resto, es otra forma de rendición a la metodología unilateral, antidialéctica.

 

Analizar en una situación histórica-concreta, la gama de contradicciones es la metodología que permite captar la realidad en su conjunto, relacionando diferentes aspectos entre sí. El sistema capitalista dominante tiene como contradicción social fundamental, la lucha entre las dos grandes clases antagónicas, de intereses contrapuestos: la burguesía y el proletariado (en la actualidad más genéricamente, los trabajadores asalariados). Esa contradicción a su vez, se explaya en una gama de contradicciones concretas: entre la burguesía y el proletariado en las metrópolis, entre la burguesía y el proletariado en los países dependientes, entre la burguesía imperialista y el proletariado de los países dependientes, etc. La contradicción burguesía imperialista y sus aliados versus clases populares de las naciones dependientes es la principal, porque su dilucidación facilita más que ninguna otra la resolución de las restantes. Esa zona de conflicto es la zona caliente, la de las tormentas. Aunque hay otras contradicciones tales como entre las burguesías imperialistas y las de los países dependientes, entre las mismas burguesías imperialistas, entre las clases populares, etc.

 

Sólo investigando esa compleja trama de contradicciones, es que podremos concluir si las clases populares podrán conquistar gradualmente sus aspiraciones, o si deberán recurrir a revoluciones. `Arreglar las veredas' no es tarea exclusiva de los reformistas, de socialdemócratas, sino también tarea de los revolucionarios, porque sólo a partir de las luchas concretas las masas populares se esclarecen y organizan. Pero pregonar que se debe tan sólo “arreglar las veredas” es indicativo de la miopía de los `pragmáticos' que se niegan a analizar las contradicciones y a ligarlas entre sí. Asimismo, plantearse la “revolución ya o nada”, acusando de enemigos a todos quienes no acompañan esa tontería, es de sectas aisladas que recitan fórmulas vacías.

 

Amerita un estudio exhaustivo –imposible de realizar en pocas líneas- señalar cuando son imperiosas las revoluciones -para los trabajadores, para las clases populares- y cuando se puede avanzar gradualmente en conquistas parciales en beneficio de esas clases.

 

Nadie que no sea un desequilibrado se introduce en la `vía más dolorosa' de la Revolución si se puede avanzar dentro de los marcos del sistema. Pero si hay desequilibrados individuales, o más comúnmente malos analistas políticos, los pueblos y la clase trabajadora, colectivamente por lo general, no se sumergen en acciones aventureras.

 

El camino de las revoluciones se inicia cuando se cierran los senderos que hacen posible las transformaciones en beneficio de las mayorías. Se inicia en procesos liberadores, a cuyo frente se han ubicado clases sociales diferentes. Las revoluciones liberales burguesas han sido prolíficas en realizaciones en el siglo XVII (la inglesa), en el XVIII (la norteamericana o francesa) o en el XIX (la hispanoamericana). Las revoluciones de intención socialista, protagonizadas por obreros, campesinos, pequeña burguesía e intelectuales principalmente, también han sido prolíficas en el siglo XX (rusa, china, vietnamita, cubana, etc.). Ese camino ha contado con diversos protagonistas en situaciones diferentes.

 

El camino del gradualismo reformista igualmente, se ha basado en protagonistas y en circunstancias también disímiles. El más extendido ha sido el de la socialdemocracia europea. En otro marco geográfico, social, político, el batllismo ha obtenido ciertos éxitos.

 

La situación concreta uruguaya actual, ¿tiene afinidad con algunas de éstas (u otras) experiencias reformistas? ¿Qué significado tendría hoy un nuevo batllismo? ¿O qué posibilidades tiene hoy un “Uruguay sueco” ¿ ¿O un Uruguay en la ruta del `modelo' neozelandés? Mientras estamos obligados a discutir estos temas –para que nada nos sorprenda- avancemos por el camino de las reformas todo lo que se pueda. La cuestión no es que elijamos o desaprovechemos la `vía menos dolorosa'. La cuestión radica en que el imperialismo y sus aliados puedan cerrarnos esa vía. Su intención se evidencia en el golpe en Honduras, en la satelización de Colombia, en las amenazas golpistas en Paraguay, en el refuerzo de tropas en Afganistán, en el apoyo al sionismo genocida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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